lunes, 24 de septiembre de 2012

Los sueños de Paloma y Álvaro

Paloma continuaba enamorada de Álvaro y con muchas más ilusiones; en su último reencuentro por fin se le había declarado, asegurándole que no había día que no pensara en ella. Cuando me lo contó me puse muy contenta de verla tan feliz. Seguíamos siendo las mejores amigas... al menos yo intentaba serlo. Recuerdo que, una vez, mientras hablábamos, ella, mirándome dolida, me recriminó:
—Almudena, eres tan hermética... nunca me cuentas nada. Somos amigas desde que nacimos y, sin embargo, después de tantos años, no sé nada de tu vida íntima.

Aquello era verdad; reconocía que estaba en deuda con Paloma, manteniendo todos mis secretos escondidos. Pero sabía muy bien que, aunque le contara mis convulsos sueños y el daño moral que estos me iban causando, ella no llegaría nunca a comprenderlos. Ni siquiera yo podía. Paloma era un alma sencilla, llena de excelentes virtudes, pero carecía de suspicacia e imaginación para aceptar los conocimientos de "lo oculto". Para ella solo existían las cosas simples de la vida, aceptando ciegamente, a pesar de haber tenido igual que yo un padre anticlerical, los designios y conceptos de la religión Católica, Apostólica, Romana y todos sus dogmas.

A pesar de ser sacerdote, Mariano era mucho más abierto a todo lo que, por lo general, podía sorprender a la gente. Sabía que él había leído muchos libros, entre los que se contaban de Panteísmo, Metapsíquica, Psicoanálisis, Misticismo y Gnosticismo. Un día en que nos encontramos en su casa, y aprovechando que estábamos a solas, me confesé con él. A bocajarro, le conté todos mis sueños, omitiendo la saciedad y la plenitud sexual que experimentaba al sentirme amada por Miguel. Él me dejó hablar sin interrumpirme, y luego, mirándome con evidente impresión, me dijo:
—Recuerdo esos sueños tuyos. El bosque, ese bendito bosque... claro que, esto que me acabas de confesar, me sorprende mucho.

Nunca imaginé que tú, una joven tan equilibrada y serena, estuviera sujeta a cosas tan incomprensibles como las que dices estar soportando. Nada menos que un apasionado amor de ultratumba, en la vigilia de tus sueños... —Sin apartar su mirada de la mía terminó diciendo—: «Tus ojos verán cosas extrañas y tus labios proferirán incoherencias».
—¿Qué quiere decir, eso? —le pregunté sintiéndome impactada.
—Proverbios 23-33, de pronto vino a mi mente —respondió riendo.
—Quiero hacerte una pregunta un tanto indiscreta, sobre todo para tus sagradas vestimentas. Pero de verdad necesito hacerlo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario